En un lugar cuyo nombre no puedo ni quiero mencionar, me puse a estudiar cerca de una Catedral con farolas y leonas de buen besar. Tenía balcones temblones y colgantes sobre ríos pasantes por las calles embriagantes. Calles de provincia que llevaban a un pequeño paraíso fiscal; tan independiente como algunos de aquellos ciudadanos del mismo lugar querían alcanzar.
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