El artista que siempre será conocido como Prince pasó miles de horas encerrado en el estudio de su casa de Paisley Park (cerca de su ciudad natal, Minneapolis), así que no resulta extraño que la muerte le pillara en el ascensor que lo llevaba hasta allí, donde podía aislarse en su propia burbuja para hacer lo que más le gustaba: grabar música. Aquellas interminables sesiones servían de válvula de escape para una creatividad irrefrenable que fructificó en casi cuarenta discos, una cantidad que arroja una media de más de un álbum por año,
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