Iván Octavio Medina era un carpintero con un problema de base: odia la tala de árboles. El oficio que había heredado de su padre no se le daba mal, pero le podían sus ganas de «ayudar al planeta». «Me di cuenta de que se gastaba muchísima madera haciendo muebles», dice este mexicano. Entonces se le ocurrió montar una empresa de objetos de madera con una peculiaridad casi inverosímil: prohibido cortar un solo árbol para crear sus productos.
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