La gélida mirada de las jugadoras a su llegada lo resumía todo. No había alegría por lucir la primera estrella en el pecho, conseguida hace apenas un mes en Sídney, solo impotencia y furia. No querían estar ahí y su presencia tenía una única explicación, la de evitar una sanción federativa que, aplicando la Ley del Deporte, podría dañar seriamente su carrera deportiva.
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