La publicidad aprende de la poesía y le copia ciertos juegos, sobre todo fonéticos, como la aliteración. El «I like Ike» que usó el presidente Eisenhower durante su campaña electoral fue el ejemplo al que Riera acudió para apoyar su tesis. Ambos lenguajes comparten, igualmente, un cierto gusto por la prevaricación, por romper la norma para sorprender al hablante («De fruta madre») y dar así una intensidad al mensaje que de otra manera no tendría. Y una función conativa, de llamada de atención hacia el oyente.
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