El “machismo callejero” y su manifestación, el piropo, convierten a las mujeres en objeto de miradas y comentarios. Se trata de una intromisión en su intimidad y libertad. Sus cuerpos son expropiados y pasan a ser patrimonio del hombre. Así, cualquier individuo puede hacer un comentario sobre el aspecto físico de la mujer y tomarse la libertad de invadirlo.
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