La decisión del PNV oxigena a un PP sin aliento y carcomido por la corrupción y prolonga un tiempo político vacío que ya no tiene nada que aportar. El famoso péndulo del PNV osciló entre sus dos almas y ganó el pragmatismo. No es una sorpresa, porque apoyar los presupuestos era para el PNV una operación de alta rentabilidad desde todos los puntos de vista y además evitaba un adelanto electoral en beneficio de Ciudadanos.
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