En una ocasión platicaba con una señora octogenaria que vivía en la sierra de Santa Atzacan, Veracruz. Ella me contaba que cuando estaba apunto de morir se encontraba tirada en su petate –en algunas comunidades mexicanas se pinta una cruz de cal en el piso, se coloca un petate encima, y a los agonizantes se les recuesta ahí hasta que mueren– y, de pronto, se desprendió de su cuerpo, se levantó y decidió caminar fuera de su casa. Doña Zenaida contaba que su “espíritu” caminaba por un camino lleno de sol, donde todo era muy verde, y había mucha
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