No todo el mundo asocia su felicidad con cargos, coches y escoltas a cargo del contribuyente. Siempre he intuido que Pablo Iglesias era de los que no desean prolongar demasiado su carrera de político profesional, y así es. Su dimisión le honra. Resulta muy difícil, si no imposible, charlar serena y razonablemente sobre Pablo Iglesias con una gran mayoría de los españoles. Si son de derecha o ultraderecha, la mala bilis les nubla enseguida el entendimiento: lo odian visceralmente, lo querrían ver fuera no solo de la política sino de España
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