“Siempre ocurre igual. Vienen de fuera y hacen lo que quieren, mientras que los residentes locales nunca tendremos una autorización para una actividad como pueda ser casar a uno de nuestros hijos en una ceremonia religiosa en la misma playa, aunque sea más silenciosa que lo que hacen estos alemanes en nuestra playas”, insiste un vecino de la zona.
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