Así estaban las cosas cuando en 1941, en plena guerra mundial, estando bajo el control del gobierno de Vichy, el expansionismo japonés por toda la región del Índico empezó a preocupar en Londres. Madagascar era un tentador caramelo para Japón, que en caso de conquistarla contaría con una excelente base para sus submarinos y aviones, amenazando el tráfico marítimo que conectaba Europa con Australia y las colonias asiáticas y, más concretamente, con la India.
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