Corrían malos tiempos para Gran Bretaña, que estaba acosada y luchaba en solitario contra el Tercer Reich. La población británica necesitaba restañar su moral, estaba ávida de victorias después de tantos sufrimientos. Los comandos tenían que dar un golpe decisivo para insuflar ánimos en su pueblo y entre las filas de su ejército. El 4 de marzo de 1941 golpearon en las islas Lofoten, en el norte de Noruega
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