Debido a que el lenguaje está profundamente arraigado en la cultura, podemos llegar a olvidar que las palabras y frases que utilizamos cada día dan forma a nuestra realidad. Puedes optar por dejar de lado el lenguaje y las letras que culpan a las víctimas, cosifican a las mujeres y excusan el acoso sexual. Cómo viste una mujer, qué y cuánto ha bebido y dónde se encontraba en un momento determinado no son invitaciones para violarla.
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