El otro día me llamó un teleoperador de la Bonoloto para hacerme una oferta “que me haría millonaria”. ¡Oh fortuna! El tipo me ofrecía no sé cuántas mil apuestas a cambio de que le pagase 55€. Le aclaré que, pese al gran alborozo que sentía por su llamada, yo nunca participo en juegos de azar: -“¿Por qué?” (me preguntó, esperanzado, el insistente comercial) -“Verá, es que… sé matemáticas”. A partir de ese momento quedó claro que mi interlocutor se había quedado sin argumentos y, al poco, colgó.
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