En Tortuga ya nos preguntábamos en su día por lo difícil que resulta que un policía torturador entre en la cárcel. Dificultades de identificación del criminal, encubrimientos corporativos, ayudas del forense, jueces y fiscales majos y en última instancia indultos. Jamás, que sepamos, deja el poder abandonado a su suerte a uno de sus perros guardianes torturadores.
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