Intentaba aguantar el sueño y estar despierta durante toda la noche. Pero el cansancio siempre era más fuerte y Juana, nombre ficticio, acababa cerrando los ojos. Tras ello, llegaba el infierno. Ese miedo a quedarse dormida comenzó al poco tiempo de ingresar como alumna en el colegio Juan XXIII de Cochabamba (Bolivia), allá por el curso de 1983.
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