Herminia Lanza, sorprendida por el reconocimiento, confiesa que sus conocimientos sobre salud pública son nulos, pero sí ha querido subrayar que «tengo siempre bolsas de plástico a mano, bajo el fregadero, y ya las tenía antes de que el chino se comiera el bicho». Esta circunstancia brindó a la mujer la inspiración que necesitaba para diseñar el prototipo del traje EPI que luego usarían los sanitarios en todo el mundo.
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