La estrategia energética europea ha dado un vuelco con la guerra ruso-ucraniana. Aunque los objetivos de renovables se han incrementado, también aumenta el miedo a que la UE potencie infraestructuras gasistas enmascaradas como verdes y al servicio de una tecnología que hoy por hoy ni es limpia ni está desarrollada: el hidrógeno. Así, aunque la palabra “verde” siga a “hidrógeno” en anuncios y documentos, la realidad es que “entre el 98% y el 99% del hidrógeno que circula o se consume hoy procede de gas natural o de derivados del petróleo”.
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