Es cierto que resulta mucho más difícil expresar pensamientos que contar historias. Pero también lo es que los novelistas se esfuerzan en que sus textos sean comprendidos por todo el público y no solo por una minoría exquisita. Es algo que está en su ADN, mientras que hay determinados intelectuales que no se reprimen a la hora de distanciarse de lo inteligible en aras de una pretendida profundidad. Pero lo inteligible y lo profundo no son términos antagónicos. Sencillamente precisan de un mayor esfuerzo comunicativo si desean ir de la mano.
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