Bélgica reclamó su extradición durante décadas; pero Degrelle moriría en Málaga en 1989, a los ochenta y siete años; y Simons moriría en San Sebastián en 1994, a los ochenta y nueve. En este punto es importante destacar que cuando murieron estos dos criminales ya no gobernaba Franco, sino que el jefe de estado era Juan Carlos I y el presidente del gobierno era Felipe González (PSOE).
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