Con la Restauración Meiji de 1868, Edo cambió su nombre por Tokio, la capital del este, y la occidentalización acelerada de la ciudad comenzó. La gran metrópolis quedó destruida casi en su totalidad en dos ocasiones, primero por el Gran Terremoto de Kantō de 1923, y más tarde por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. En ambas ocasiones la ciudad volvió a surgir de las cenizas de la devastación. En cada regeneración, no obstante, la ciudad se mantuvo fiel a la trama legada por Tokugawa Ieyasu.
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