Una película cualquiera. Un argumento cualquiera. El protagonista, un varón; quizá abogado, arquitecto, policía. Eso no importa aquí, que continúe la aleatoriedad. En las películas, normalmente, suceden cosas, y a nuestro protagonista le puede suceder de todo. Tiene los «treinta y cinco y pico» de Hugh Laurie cuando vende cremas, o ya es cincuentón, o más allá. Tampoco esto es relevante.
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