Ver a un niño que constantemente tiene los dedos dentro de la boca, chupándose el pulgar o mordiéndose las uñas, puede volver locos a los padres: les genera temor sobre las posibles consecuencias, desde el estigma social hasta los microbios. Sin embargo, un estudio sugiere que esa exposición a las bacterias para niños de entre cinco y once años no es tan mala.
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