La sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Cataluña simboliza un punto de inflexión, pero hay muchos signos que desmienten el recurrente título del Estado-más-descentralizado-del-mundo. El mito del Estado casi federal choca con un mapa competencial mutante y progresivamente jibarizado; unos presupuestos autonómicos con controles estatales crecientes usados como arma de control político; y un nivel relevante del gasto condicionado con poca corresponsabilidad fiscal.
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