Un proyecto curioso y singular por varias razones, aparte de utilizar una mina de la Edad del Bronce como almacén. Y es que los datos no se guardan en papel, ni siquiera en soporte electrónico o digital. Se guardan en tabletas de cerámica, tomando como inspiración las antiguas tabletas sumerias de escritura cuneiforme, a una profundidad de 2 kilómetros dentro de la mina. Un soporte que puede resistir hasta 1200 grados centígrados, radiación, productos químicos o magnetismo, y que solo puede romperse a golpes.
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