Las máquinas expendedoras son los tótems modernos; escaparates a los que nos asomamos encandilados por una bolsa de patatas campesinas, un sándwich con dudosa mayonesa o latas rellenas de agua con azúcar. Entre sus recovecos apenas tienen cabida las frutas o verduras, como si fueran elementos destinados a no entenderse. Y el motivo es muy sencillo: porque no los compramos.
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