En los inicios de la Primera Guerra Mundial, el caballo (y las mulas) seguían siendo indispensables para mover las piezas de artillería, las municiones, los hombres y toda clase de suministros. Y aunque el automóvil ya formaba parte del paisaje, los ejércitos no creían en el vehículo autopropulsado. Y no fue por falta de visionarios que abogaron por el uso de los vehículos autopropulsados, incluso desde el Siglo XVIII. Esta es la historia de cómo el automóvil, en el sentido más amplio, se impuso finalmente en los ejércitos.
|
etiquetas: ejército , vehículos , peugeot phaeton , joseph cugnot , aveling porter