Por reducido que sea su entorno, no habrá podido esquivar algún sujeto que, mandíbula en el suelo y mano en entrepierna, proclame alguna variante de «la nueva de Mad Max es la hostia». Un fervor casi ciego que hace algo más que alentarle a presenciar el espectáculo, y se asemeja peligrosamente al proselitismo de un culto o una religión churrigueresca. Aciertan.
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