Mi primera noche como botones fue absolutamente caótica: teníamos un grupo de saudíes, empresarios y nuevos ricos, que habían reservado media planta para ellos y media planta para sus esposas, concubinas y niños cuyo toque de queda había empezado justo antes de entrar yo en turno. Mi compañero del Room Service se pasó el Corán por el arco del triunfo y sirvió más de cincuenta botellas de champagne entre media docena de habitaciones en apenas un par de horas. Por supuesto todo ocurría en la más absoluta discreción.
|
etiquetas: drogas , sexo , hotel botones , cocaína , chapagne , lujo