Mientras que al primer caso se le ha dado una cobertura informativa como acostumbra a hacer cierta prensa amarilla, hay que convenir en que cuando se trata de Obispos y Cardenales ese amarillismo informativo se vuelve tornasol, rebajándose drásticamente, es decir, no publicando las sevicias sexuales de los asotanados. Lo que extraña, pues no se puede comparar el morbo informativo de la pederastia de un obispo que la de un ciudadano vulgar. Es lo mismo que sucedía antaño.
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