Los linfocitos T no son capaces de reconocer por si solos a los elementos extraños. Para detectarlos y actuar contra ellos necesitan la ayuda de otras células que se encargan de localizar a estos agentes patógenos, procesarlos y presentarlos en su superficie en forma de pequeños fragmentos llamados antígenos. La médula ósea fabrica una versión muy inmadura de los linfocitos T. Una versión que aún no está lista para llevar a cabo su función como células de defensa.
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