Astray fue la representación en carne viva (o la misma muerte en vida que también fue) de la cultura de la sangre y el martirio, algo que sorprendentemente tomó prestado del pasado español pero también del samurái japonés: «El legionario español es también samurái y práctica las esencias del bushido». Sobrecoge los testimonios del amor a la muerte del legionario, que se inspiraba en Astray y su físico, la muerte como «ofrenda». Cientos de páginas escritas por otros cientos de legionarios que acabaron hechos trizas, martirizados.
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