¿Se puede empezar a leer un libro en la estación de Francia de Barcelona y acabarlo a la salida del último túnel del Garraf, poco antes de que el tren llegue a Sitges? Sí, se puede. A condición de que el autor sea un hombre delicioso, inteligente y sensible en enormes dosis y a partes iguales, como Oliver Sacks.
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