Cuando el 20 de junio de 1941 un equipo de arqueólogos soviéticos abrió la tumba del Gran Tamerlán en Samarcanda su objetivo estaba claro; el director de la expedición, Mijaíl Guerásimov, tenía un indudable prestigio por haber sido capaz de reconstruir un rostro a partir solamente del cráneo y ahora Stalin le había encargado hacer lo mismo con el famoso caudillo mongol para comprobar si era o no descendiente de Gengis Khan. Dos días después, sin previa declaración de guerra, Hitler dio comienzo a la Operación Barbaroja, la invasión de la URSS.
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