A partir de la muerte del dictador y la aplicación formal de la sucesión, el Estado es de principio monárquico y la ley pasa a ser la voluntad del Rey, que, al final, coincide con su supervivencia. Por lo tanto, formalmente, la voluntad constituyente es del Rey, que puede o no otorgar, aunque materialmente fuera una marioneta de Kissinger y de la socialdemocracia alemana. Proceso de otorgamiento que finalizó con la elaboración de la actual Constitución, pactada en secreto entre los nuevos partidos políticos estatales bajo la tutela del Monarca
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