Primero, el arzobispo de Toledo se acercó a la estatua y le quitó la corona (símbolo de la dignidad real). A continuación el conde de Plasencia le arrebató a la efigie la espada (símbolo de la administración de justicia). En tanto que el conde de Benavente le cogió su bastón (símbolo del gobierno del reino). Finalmente, Diego López de Zúñiga —hermano del conde de Plasencia— derribó la estatua que representaba a Enrique IV al grito de: “¡A tierra puto!”.
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