Durante los últimos treinta días de vida de Vietnam del Sur, el Presidente Ford y Kissinger se esforzaron por lograr que el Congreso aprobase algún tipo de ayuda para Saigon. En sus motivos hubo un poco de todo: la ilusión de que tal vez unos cuantos millones de dólares pudieran darle una bocanada de oxígeno al régimen y el afán porque no se dijese que habían abandonado a un aliado. Porque sí, hubo un momento en el que lo importante ya no era que sobreviviese el régimen de Saigon sino el efecto que tendría su caída entre los aliados de EEUU y p
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