El pasado marzo entró en vigor la reforma del Estatuto de los Trabajadores que permite a los empleados solicitar la modificación de su horario laboral para poder adaptarlo a sus necesidades de conciliación. La medida, bautizada como la jornada a la carta, creó unas expectativas de flexibilidad que, sin embargo (y como anticiparon muchos laboralistas), están chocando con la realidad de las empresas y los tribunales.
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