Juliano II, el apóstata, en su intento de tomar la capital persa Ctesifonte es herido mortalmente ante sus murallas. Tras la desbandada, las tropas legionarias se reagrupan al día siguiente y en medio del desánimo se entabla la discusión para elegir un nuevo emperador. Cuando algunos aclaman a “Jovianus” como el sucesor del caído en combate Juliano II, creen escuchar, por confusión el nombre de Juliano y se unen al coro de voces: “Julianus, Julianus, Julianus; Jovianus, Jovianus, Jovianus”. Y así de forma extraña es elegido.
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