El lento goteo de contratos o plazas van maquillando el ajado rostro de la ciencia española. Mientras, el cuerpo se desangra. Se pierden ocasiones de oro para dar ese salto exponencial. Así, resulta poco sorprendente que las instituciones españolas no destaquen en los rankings internacionales. Jamás lo estarán puesto que la ciencia requiere una inversión sostenida. Hablamos de décadas, no de meses o años sueltos.
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