El dinero, nos incrustaron esa idea, es el eficaz remedio contra nuestros eternos males. Basta inyectar enormes sumas para arreglar torpezas y desaguisados. Sin apenas reflexionar, asociamos desde hace lustros la relación entre la pasta y los servicios que los ciudadanos disfrutamos. Las desgracias de nuestro sistema educativo sanarían, pues, enchufando otra ración de millones.
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