Indra se erige como una de las firmas tecnológicas pioneras en España. Un supuesto ejemplo a seguir en un país en el que el uso del cemento siempre se ha preferido al de los ordenadores. Pero, como decía Mark Twain, cada persona (o empresa) tiene su lado oscuro. En el caso de la compañía que preside Fernando Abril-Martorell más si cabe, cuando organismos como la CNMC o Hacienda no le quitan el ojo de encima.
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