Aunque veamos monstruos que aplastan nuestro pecho o se proyectan en la pared no estamos siendo víctimas de ningún ataque maligno, ni tenemos motivos para pensar que estamos perdiendo un poco la cabeza. Se trata simplemente de una parasomonia, es decir, de un trastorno de conducta asociado al sueño y, en concreto, a la fase REM. Dicho trastorno produce una incapacidad generalizada y transitoria para realizar movimientos voluntarios y hablar, ya sea al inicio del sueño o al despertarse.
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