En agosto de 1946, un año después de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, varios militares nipones fueron procesados y condenados a muerte, acusados de haber cometido crímenes de guerra. En concreto, se les atribuyó la tortura y ejecución de ocho pilotos estadounidenses previamente derribados. Sin embargo, hubo un cargo extra que se presentó en términos eufemísticos al no existir en ningún código legal: «impedir el entierro honorable» o «destrucción del cadáver» fueron algunas de las expresiones empleadas (...)
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