En el siglo XV, Castilla era un estado en pujanza y expansión, tanto territorial como económica. A mediados de siglo, se unió a una Corona en Aragón, en decadencia por una peste negra que se cebó con su territorio y por la pérdida de importancia de puertos como Barcelona y Valencia. Castilla tenía cuatro millones y medio de habitantes, mientras que Aragón solo uno. El peso de la unión recayó, pues, sobre el territorio castellano.
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