Todos los lunes y jueves los vecinos de Humilladero, un pueblo malagueño de 3.300 habitantes, acuden a diferentes puntos de la localidad para llenar sus garrafas y botellas de agua. Lo llevan haciendo desde finales de 2022, cuando a consecuencia de la sequía las autoridades sanitarias declararon el agua como no apta para el consumo humano por exceso de cloruros y nitratos. Esta situación condiciona el día a día de todos sus habitantes y, especialmente, el de los establecimientos hosteleros, que no les queda más remedio que asumirlo.
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