Francisco Martínez Bergés explica que esta nueva obligación se traducirá en «más molestias, más trabajo gratuito y menos facturación», además de suponer «gastos adicionales, porque tienes que comprar vajilla (jarras)». Asimismo, asegura que la calidad del agua del grifo «no es comparable» con la mineral natural, libre de productos químicos. No menos importante es la seguridad que aporta al cliente saber que la botella que se le sirve en la mesa es abierta expresamente para él y no ha sido manipulada anteriormente por otros comensales.
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