“No está muerto, está dormido”, intentaba convencer Bruce Hopkins a los Mossos d'Esquadra en un escorzo surrealista. Este ingeniero norteamericano y escritor incluso se tomó a mal que los agentes le llevasen la contraria, aunque el cadáver ya estaba en avanzado estado de descomposición y el olor hacía casi imposible habitar en aquel hogar. Reflejo, según cuentan, de su fuerte carácter.
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