Los grupos ultras de Serbia y otros países del entorno forman parte de los círculos políticos y del crimen organizado al más alto nivel, según un estudio de Global Initiative. A cambio de ejercer como seguridad en mítines o sofocar protestas, los radicales consiguen apoyo en procesos judiciales y sus cabecillas desarrollan sin trabas sus negocios. Las gradas son un territorio desde el que se domina la extorsión y el tráfico de drogas
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