Mientras la empresa líder mundial en viajes compartidos derrochaba miles de millones de dólares intentando hacerse con el dominio internacional, Markus Villig se dedicaba a hacer lo contrario con Bolt. Con un presupuesto exiguo, construyó una operación de 8.400 millones de dólares –y una fortuna de 700 millones– centrándose en mercados olvidados de África y Europa.
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